Testimonios

Testimonio de Jaime Rodríguez

Finales de octubre de 1958. El calor ya se hace sentir en el mediodía de la apacible ciudad de Posadas. Voy caminando cuesta abajo por la calle San Martín hacia el puerto, para tomar el hidroavión que me llevará a Buenos Aires. Hago un alto en la legendaria “Casa Paraguaya” para un frugal almuerzo. Allí me encuentro con el amigo Rubén Oria (gerente local de Aerolíneas), compartiendo el almuerzo con la tripulación. Soy presentado, y el Comandante Hillcoat gentilmente me invita a compartir la mesa. Su amabilidad y sus oportunos comentarios, irradian una simpatía cautivante. Sin duda estoy ante la presencia de un personaje popular, muy estimado por los posadeños, que en apreciable cantidad se acercan a la mesa para saludarlo.

Cuando le comento la razón de mi viaje -entrevista personal en Aerolíneas para ingresar como piloto-, me felicita y me ofrece su apoyo desinteresado.

Guillermo Hillcoat, perteneció a una generación de pilotos que se formó con motivo de la afluencia a nuestro país de instructores y material de vuelo, inmediatamente después de la primera guerra mundial (1914-1918).
Su entusiasmo por la aviación lo trajo a Buenos Aires desde su ciudad natal, Trenque Lauquen, para ingresar en la escuela Curtiss que, en San Fernando, acababa de inaugurar el piloto norteamericano Lawrence León con quien colaboró hasta 1933, año en que cerró dicha escuela. El 14 de enero de 1920, Guillermo Hillcoat obtuvo el brevet de piloto aviador, piloteando un Curtiss modelo JN de 90 HP.

Con el apoyo del estado, inició vuelos extraordinarios a través de toda la República, favorables al establecimiento de escuelas de pilotaje y propiciando a su vez la creación de aeroclubes. Además realizó trabajos aerofotográficos, también, dispuestos por el gobierno. En 1924, con motivo de cumplirse el centenario de la batalla de Ayacucho, organizó la realización de un vuelo hasta la ciudad de Lima siguiendo la ruta de San Martín. Se hizo cargo de los gastos del viaje y sólo le pidió al Servicio Aeronáutico del Ejército que le facilitara uno de los biplanos Curtiss Oriole de 160 HP. El 26 de noviembre comenzó el importante raid cruzando los Andes, Mendoza Santiago de Chile, y así, en sucesivas etapas, aterrizó en Lima, victorioso el 4 de diciembre. Recorrió los 4.400 kilómetros en 34 horas y 25 minutos. El gobierno peruano premió su hazaña otorgándole la “Orden del Sol”, en tanto el argentino, le concedió por decreto del 10 de marzo de 1925 el título de Aviador Militar.

Intervino en muchos de los eventos deportivos aeronáuticos de aquella época: pruebas acrobáticas, carreras de regularidad, etcétera, donde obtuvo varios trofeos. Desde que se inició en la aviación, supo ganarse la simpatía y admiración del pueblo, que lo apodó “Gaucho Relámpago”, mote que lo acompañó siempre.

Designado inspector general de vuelo por el director de Aviación Civil, Francisco Méndez Gongálvez, asumió la delicada y fatigosa tarea con entusiasmo y responsabilidad, cumpliendo acabadamente con la labor encomendada.

Cuando en 1939 la Compañía Sudamericana de Transportes Aéreos estableció sus servicios regulares entre los puertos de Buenos Aires y Montevideo con hidroaviones Cant, Guillermo Hillcoat fue invitado para incorporarse como piloto. Debía reemplazar a los pilotos italianos que estaban efectuando los primeros vuelos experimentales. De esta forma, este prestigioso piloto se relacionó con la aviación comercial y con los hidro aviones. El 6 de febrero del citado año, realizó su primer vuelo a Montevideo al comando de un Cant. A partir de ese vuelo, su vida de piloto no se alejó más de la hidro-aviación.

Posteriormente la línea se extendió a lo largo del río Paraná hasta Asunción del Paraguay, con escalas en Rosario, Corrientes y Formosa. También, poco tiempo después, se establecieron servicios regulares a las ciudades de Concordia y Posadas.

Luego la Compañía Sudamericana de Transportes Aéreos fue adquirida por la empresa Dodero. Ésta reemplazó el material de vuelo, adquiriendo los modernos y poderosos hidroaviones Sandrigham. Al comando de una de esas máquinas, Hillcoat inauguró un servicio semanal a Londres con escalas en Montevideo, Río, Recife, Las Palmas y Lisboa. Este servicio se suspendió en 1947 al hacerse cargo F.A.M.A. (Flota Aérea Mercante Argentina), de los servicios a Europa. Para esa fecha, con la intervención del estado se creó la compañía mixta de Aeronavegación del Litoral Fluvial Argentino (ALFA), donde “Don Guillermo” siguió prestando sus eficientes servicios. En diciembre de 1950 A.L.F.A. pasó a integrar el complejo de Aerolíneas Argentinas, y en ésta el Cmte. Hillcoat ocupó la jefatura de línea Sandrigham y más adelante la gerencia de vuelo, sin abandonar sus funciones de comandante.

Guillermo Hillcoat se acogió a los beneficios de la jubilación después de más de 42 años de actividad como piloto, de los cuales 22 los realizó en la aviación comercial. Al retirarse, llevaba acumuladas más de 25.000 de horas de vuelo.
A fines de diciembre de 1960, e! Cmte. Guillermo Hillcoat realizó su último vuelo a Posadas. Llegó en silencio, sin alardes, como era su forma sencilla de actuar, pero en todo el Litoral había corrido la voz que anunciaba su retiro. Desembarcó y subió lentamente por la calle San Martín hacia la “Casa Paraguaya”, donde solía almorzar frugalmente. Allí, fue sorprendido con una enorme mesa dispuesta en “U” para más de cincuenta comensales. Autoridades, representantes de instituciones, también el pueblo lo estaban esperando. En el homenaje no faltaron los discursos elogiosos, pero uno, el último, dicho por un joven y talentoso periodista, Alberto Monaco, arrancó vivas, aplausos y lágrimas; terminaba así: “Cmte., hoy se retira físicamente de la actividad aérea, pero su espíritu seguirá vivo, porque al paso de los Sandrígham sobre los cielos del Litoral, en el ronroneo sus motores, irán cantando tu nombre; ¡Guillermo Hillcoat!!!”

“El Gaucho Relámpago”, nacido en la ciudad de Trenque Lauquen el 10 de agosto de 1895, se encontraba de paseo en la ciudad de Lisboa en compañía de su amigo y camarada Marcelino Mignone disfrutando de sus primeras vacaciones después de jubilado, cuando, repentinamente, un sincope cardíaco puso fin a su maravillosa existencia.

por Jaime Rodríguez

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